El libro Colonialismo: historia, formas, efectos (Siglo XXI, España, 2019), escrito por Jürgen Osterhammel y Jan C. Jansen, es una singular aportación, de profundidades y alcances enciclopédicos, para la investigación de este proceso de conquista y apropiación de territorios, que, acorde con los autores, ocasionó que, entre 1500 y 1920, aproximadamente, “la mayoría de los espacios y pueblos de la tierra quedaron bajo el control, al menos nominal, de los reinos europeos: toda América, toda África, casi toda Oceanía y –teniendo en cuenta también la colonización rusa de Siberia– la mayor parte del continente asiático”.
Tema obligatorio para los practicantes de las ciencias sociales al servicio de los pueblos y las clases subalternas, el colonialismo continúa impactando las estructuras de dominación de las sociedad actuales, con sus funestas implicaciones en las mentalidades racistas, supremacistas y socialdarwinistas, en las formas de explotación y expoliación de seres humanos, supuestamente superadas, en el despojo y la extracción de recursos naturales, con modernas técnicas que sustraen, en unas décadas, mayores cantidades del oro y la plata, que las obtenidas en siglos por los conquistadores.
La obra, de escasas 178 páginas, remite a un recorrido histórico, conceptual, comparativo de las formas de expansión en la historia (la migración total de pueblos y sociedades, la migración individual masiva, la colonización fronteriza y de asentamientos en ultramar, las guerras de conquista y la conexión a partir de un punto de apoyo), clasificando las colonias (de dominación, a partir de ese punto de apoyo, de asentamiento, con las variantes neoinglés, africana, caribeña), los colonialismos que devienen en imperialismo, las épocas o etapas de su historia.
Con una penetrante mirada, erudita, inquisidora, exhaustiva, los autores dan cuenta de la conquista y la resistencia, por un lado, y el colaboracionismo nativo con el invasor, por el otro. Se describen las distintas formas de Estado colonial y las prácticas de dominio, sus funciones y órganos, sus estamentos burocráticos y la administración estatal. Se detallan las políticas imperiales y coloniales, y en este contexto, el papel de la agricultura campesina versus la producción capitalista. Se analizan las sociedades coloniales, en el Nuevo Mundo, las delimitaciones etnicoculturales en el Viejo Mundo, el espacio de las ciudades coloniales y las condiciones de las llamadas “sociedades plurales”. Tema central del escrutinio histórico son el colonialismo y las culturas indígenas, a partir de la religión y la educación. Se concluye con una definición de los elementos básicos del pensamiento colonialista, la cultura y el “saber colonial”, para terminar en una obligada reflexión en torno a la relación entre colonialismo y cultura metropolitana.
Punto medular del texto es la respuesta a un interrogante clave: ¿Qué es el colonialismo? Los autores complementan la fórmula básica del historiador africano Philip Curtin, en el sentido de “dominio de un pueblo por otra cultura”, precisando que el colonialismo moderno no es una relación cualquiera entre señores y siervos, “sino una relación en la que a toda una sociedad se le roba, controla externamente y trastoca su propio desarrollo, en beneficio de las necesidades e intereses –principalmente económicos– de los amos coloniales”. También sustancial es la aculturación extensiva de los colonizados, a partir de la existencia de “jerarquías raciales” supuestamente insuperables, y con base en una ideología que sostenía el cumplimiento de una misión universal de origen divino, para civilizar a los paganos, “como carga privilegiada del hombre blanco.” Con estos argumentos, los autores definen el colonialismo como: “una relación de dominio entre colectivos, en la que las decisiones fundamentales sobre la forma de vida de los colonizados son tomadas y hechas cumplir por una minoría cultural diferente y poco dispuesta a la conciliación de amos coloniales que dan prioridad a sus intereses externos. Esto se vincula usualmente en los tiempos modernos con doctrinas justificativas ideológicas del tipo misionero, que se basan en la convicción de los amos coloniales de su propia superioridad cultural”.
Muy interesante es su definición de imperialismo, “término que resume todas las fuerzas y actividades que contribuyeron a la construcción y mantenimiento de imperios trascoloniales […]. El imperialismo implica, por tanto, no sólo una política colonial, sino una política mundial, para la que las colonias no son sólo objetivos en sí mismas, sino también instrumentos en los juegos de poder globales […]. Sólo Gran Bretaña y Estados Unidos han sido en algún momento potencias imperialistas en el sentido plenamente desarrollado, aunque en el caso de Estados Unidos se trata, por supuesto, de un caso de imperialismo sin imperio colonial”.
Lectura fundamental para la comprensión del neocolonialismo que vivimos.